En un gesto profundamente simbólico y coherente con el espíritu que guió su pontificado, el papa Francisco realizó una última donación antes de su muerte: entregó 200.000 euros de su cuenta personal a la fábrica de pasta de la cárcel de menores de Casal del Marmo, en Roma. La noticia fue confirmada este miércoles por el obispo Benoni Ambarus, responsable de la pastoral carcelaria y de las obras caritativas en la capital italiana.
El gesto que emocionó al mundo: quién es la monja que rompió el protocolo para despedir al papa FranciscoUna despedida con el corazón en los márgenes
Según relató Ambarus a la prensa italiana, el Pontífice se enteró de la difícil situación financiera del proyecto productivo dentro del penal y no dudó en ofrecer su ayuda: “Me respondió: ‘Casi me quedo sin dinero, pero aún tengo algo en mi cuenta’. Y me dio 200.000 euros”. Esa suma ayudará a reducir el precio de la pasta, mejorar las ventas y crear nuevas oportunidades laborales para jóvenes privados de su libertad.
Este último acto de generosidad cierra el círculo de una vida entregada a los más olvidados del sistema. La defensa de los derechos de los presos fue una de las causas más sostenidas de Francisco, quien visitó al menos quince cárceles durante su pontificado.
Un papado con puertas abiertas
El Papa fallecido había dejado claro su compromiso con los presos desde el inicio de su papado en 2013. El pasado diciembre, en el marco del Jubileo, abrió una Puerta Santa por primera vez en la historia dentro de una cárcel, en la prisión de Rebibbia. Fue un gesto inédito y profundamente simbólico: llevar un acto litúrgico reservado a las grandes basílicas romanas al interior de una institución penitenciaria.
En esa ocasión, pronunció una homilía improvisada en la capilla del complejo, donde instó a los reclusos a “abrir las puertas del corazón”. Más de 300 personas asistieron al acto. “Cada uno sabe cómo hacerlo”, dijo Francisco, con su característico tono cálido, generando un momento profundamente humano y esperanzador.